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Lecturas recomendadas:


Mundos Africanos

La obra colectiva dirigida por Daryll Forde en la que Douglas publica uno de sus primeros ensayos sobre los lele de Kasai.



Pureza y peligro

Con enfoque estructuralista y sabor durkheimniano, esta obra no solo destaca a la autora, rescata a la antropología como una disciplina fundamental.

 


Símbolos naturales

Temáticamente ligado al anterior, Simbolos naturales reafirma la idea de que si no se puede aplicar lo que aprendemos de otras culturas poco interés tendría estudiarlas.

 


Cómo piensan las instituciones

Obra derivada de las seis conferencias Abrams que Douglas dio en la Universidad de Syracuse en 1985.

 

Mary Douglas

29 de marzo de 2008 | Por: José Miguel Naharro

Nacida en San Remo, Italia, un 25 de marzo de 1921 bajo el apellido Tew, la antropóloga británica Mary Douglas fue una de las figuras más destacadas de la especialidad durante el siglo XX.


Mary Douglas

Graduada en Oxford en 1951, fue alumna de Max Gluckman y Meyer Fortes, pero las influencias que marcarían para siempre su carrera provendrían, más bien, de otras dos fuentes: Franz Steiner, que inspiraría su interés por las anomalías culturales, y Evans-Pritchard, que como su mentor teórico la familiarizaría con el pensamiento sociológico francés.

Interesada en el análisis del simbolismo y los textos bíblicos, su formación penduló entre lo heterodoxo y lo clásico. Ingresó a Oxford cuando tenía dieciocho años para estudiar filosofía, economía y ciencias políticas, pero debió interrumpir el cursado en 1943 para trabajar en la Colonial Office, de la cual su padre había sido funcionario. Pudo terminar su carrera tras finalizar la guerra, y dedicarse de lleno a la antropología recién desde 1949, especializándose en la etnografía de los grupos del África centro-ecuatorial, con lo que llegó a hacerse un nombre destacado.

African Worlds (1954), la famosa obra dirigida por Daryll Forde, una serie de estudios sobre la cosmología y valores de distintos pueblos africanos, alberga una de sus monografías más célebres, Los Lele de Kasai, que en no más de treinta páginas brinda la clave de lo que será su producción futura.

Los Lele son un pequeño grupo étnico dividido en tres parcialidades que habitan lo que antiguamente era el Congo Belga, hoy República Democrática del Congo, cuya subsistencia se vio comprometida hacia fines del siglo cuando las enfermedades y la guerra civil azotaron al país; pero Douglas tuvo la oportunidad de convivir con ellos en mejores circunstancias, primero entre 1949 y 1951, y, después, en 1953.

Como fruto de esta experiencia, casi una década después (1963) y con el mismo nombre vio la luz otro trabajo sobre los lele, esta vez mucho más amplio, dedicado a los patrones de intercambio matrimonial, pero con una trascendencia a momentos justificada y a momentos discutible de lo que pronto se reconocerá como el tema central en la mayoría de sus escritos: el vínculo entre estructuras sociales y modos de pensamiento, y su expresión en los comportamientos como dato simbólico de esa relación. Preocupación que la ligaría para siempre con las ideas de Durkheim y Mauss, y con la particular interpretación que Evans-Pritchard había hecho de ellas desde la publicación de Los Nuer (1940).

Sin embargo, lejos de encasillarla, esta filiación mostró en sus investigaciones facetas nuevas que en los años sesenta se enriquecerían aún más con el influjo de la obra de Lévi-Strauss. Pureza y peligro, de 1966, adopta un enfoque estructuralista con sello muy personal para exponer cómo la reflexión sobre "lo que está fuera de lugar", lo sucio e impuro, encubre en realidad una reflexión –a veces apenas velada metafóricamente- sobre las fronteras entre categorías sociales.

Mary Douglas hablando sobre Pureza y peligro, la obra que la encumbraría en el selecto mundo de la antropología simbolica a través del análisis de los conceptos de contaminación y tabú.
Los ritos están contemplados aquí a la luz de las ideas sobre lo puro y lo impuro que una sociedad maneja, pero considerados como parte de un todo mayor que permite entender su significado real.
Según Douglas, la reflexión sobre lo "sucio" e "impuro" implica una reflexión sobre el orden y el desorden como categorías de las cuales la sociedad se sirve para poder aprehenderse a sí misma.
© Alan Macfarlane
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Cuatro años después, en Símbolos naturales (1970), Douglas volvería sobre la cuestión redoblando incluso su apuesta con una nueva hipótesis: la ansiedad acerca de la contaminación y el grado de control corporal están directamente relacionados al grado de rigidez de las categorías sociales. A medida que aumenta la presión social en el seno de una colectividad, mayor es la tendencia a mostrar conformidad por medio del control físico, cosa que puede abarcar desde los procesos orgánicos hasta la estandarización en los gustos, la moda y las ideas.

En este punto, la antropología de Douglas es una antropología no sólo de "los otros", sino también del "nosotros"; abriendo la puerta a la explicación de una multitud de fenómenos en la sociedad contemporánea.

Pero Símbolos naturales iba, incluso, más allá. La autora desarrolla en este libro la idea de que la culturas pueden compararse según dos dimensiones perfectamente discernibles: el grado en que se elaboran y valoran las distinciones sociales internas (rejilla), y el énfasis que se pone en separar lo de adentro de lo de afuera (grupo). Distintas intensidades entre estas dos dimensiones, rejilla y grupo, darían lugar a consecuencias diferentes que en la medida de ser bien conocidas serían también previsibles. Así por ejemplo, las sociedades con fuertes orientaciones hacia el grupo podrían reconocerse por su obsesión por la pureza, la elaboración de concepciones afines y la necesidad de marcar fronteras para evitar la contaminación. Lo cual no hace falta decir cuánto favorece para poder interpretar no sólo determinados hechos históricos, sino inclusive el carácter de las relaciones interétnicas o de las relaciones entre grupos con distintas creencias cuando esas relaciones se vuelven conflictivas.

Pese a ello, este escrito fue recibido en un principio con cierto escepticismo, lo que probablemente impulsó a Douglas a probar su aplicabilidad en otros terrenos, como el análisis de las cosmologías que motivan el comportamiento económico en El mundo de los bienes (Douglas e Isherwood, 1979), la ideología de los ambientalistas norteamericanos en Riesgo y cultura (Douglas y Wildavsky, 1982), o su última reflexión sobre el carácter social del pensamiento en Cómo piensan las instituciones (1986).

Visto en perspectiva, su trabajo es prolífico y rico, diríase que la permanente búsqueda dentro de un tema que variando de cultura en cultura comenzó con la descripción de las creencias de un grupo centroafricano.

En Inglaterra, su carrera docente se desarrolló en la Universidad de Londres, donde fue compañera –entre otros- de quien había dirigido African Worlds, y también en Oxford; para completarla después en los Estados Unidos en dos instituciones de renombre: la Russel Sage Foundation de New York (1977) y la Northwestern University (1981).

Jubilada en 1985, no dejó de producir, brindando incluso entrevistas hasta poco antes de su muerte, cuando contaba ya con 86 años. Falleció en Londres, el 16 de mayo de 2007.

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